La fiesta brava, y en especial las corridas de toros, no necesita de falsos defensores ni de profetas fracasados, pues cuando ésta se realiza como debiera ser, se defiende sola, pero por desgracia en Tlaxcala parece que, como gritó un aficionado, la quieren aniquilar.
En un festejo que debería ser una corrida de toros, la empresa, autoridades y el juez de plaza, José Luis Andriano, lo redujeron a una vil pachanga, indigno de una plaza considerada una joya taurina, como es la Jorge "El Ranchero" Aguilar, en donde nuevamente desfilaron astados sin el trapío y la edad mínima reglamentaria, vaya, “nos dieron gato por liebre”.
Aunado a ello, la autoridad le ha faltado el respeto no sólo al público, sino a todos los profesionales de la tauromaquia que han pisado este albero, al convertirse en uno de los varios empleado que existen en Tlaxcala al servicio del empresario Rafael Herrerías Olea, al regalar, sin ton ni son y por encargo, los trofeos.
Ante casi un lleno se han jugado seis astados de la dehesa tlaxcalteca de Rancho Seco, en los que todos han adolecido de bravura, pues en su mayoría han sido sosos, rayando en lo descastado, amén de que apenas dos de éstos habrían tenido el trapío de cuatreños.
En este festejo reapareció en suelo mexicano el rejoneador portugués, Diego Ventura, quien pudo reponerse a las complicaciones, propiciadas por la falta de casta y codicia de sus dos enemigos.
Aunque en descargo del dueño del fierro de Rancho Seco, Sergio Hernández, hay que advertir que los dos rejones de castigo colocados a sus pupilos han sido propios para toros con mayor caja, pareciera que Diego Ventura traía preparado el zarzo para lidiar astados de Miura o Palhas, de esos que sí acepta torear en Portugal y cada vez menos en España.
Ante sendos astados –terciados, chicos y carentes de codicia y que se han quedado parados en el primer tercio–, Diego Ventura colocó algunos fierros sin templar, a toro pasado y por la grupa, pero que han cautivado al público que estaba ávido de corear la actuación del oriundo de Portugal.
Con su segundo astado, que hizo honor a su nombre Ermitaño, pues por momentos no quería saber nada de la lidia, el portugués hizo gala de sus oficios y del arte de Marialva que atesora, pues le pudo endilgar dos quiebros dando el pecho de su caballo, precedidos de una gala de doma clásica, que lo mismo hacían el piaffe, terraterra, paso español y desde luego, batidas por ambos lados.
A toro parado y con arreones con los pitoncitos apuntando a la cintura del jinete, Diego Ventura le ha echado habilidad para que en un tramo de terreno lo mismo le clavara tres banderillas cortas al violín y hasta el lujo se dio de hacerle el desplante del teléfono.
Con el rejón de muerte, hábilmente y a rabovuelta, hundió el acero para que el juez le otorgara en primera instancia dos orejas, aunque por mandato de Rafael Herrerías, a través de sus guaruras, que hacen las veces de autoridades en el callejón, José Luis Andriano reculó para otorgar los máximos trofeos.
Uriel Moreno El Zapata, Por su parte ha estado esforzado toda la tarde, ante dos enemigos que han acusado su falta de casta, pues ambos se han ido con apenas dos pinchazos de alfiler en la suerte de varas.
En su primer astado, el torero del municipio serrano de Emiliano Zapata ha cuajado un buen tercio de banderillas, integrado por su famoso par monumental, que por las cualidades del matador, lo hace parecer más que sencillo y fácil.
Con la muleta, Uriel ha mostrado por momentos el gran nivel alcanzado a través de los tres lustros que ejerce como doctor en tauromaquia, pues desde el inicio mostró la variedad de su toreo, pues en un palmo de terreno y en tablas, le ligó lo mismo el imposible, dos vitolinas, la primera mus ajustada y hasta un cambiado de mano.
La carencia de casta del astado, ha hecho que la faena no rompieran como se presagiaba, pues trascurrió entre pases aislados y para terminar el trasteo, cayó en un toreo chabacano, pero que por haber culminado con una estocada entera, pero de deficiente colocación, trasera y desprendida, sorprendiera al juez, que raudo, le regaló dos orejas, que al final el matador tuvo que esconder por el reclamo popular de lo excesivo de los trofeos.
Mario Aguilar, Por Su parte trajo el santo de espaldas en su presentación en el albero de Tlaxcala, pues le han tocado en suerte los dos astados menos propicios para su arte torero.
En el sorteo se llevó a Tintorero, un astado, quizá el más cercano a toro de la corrida, que por su mansedumbre y debilidad por momentos se defendía. En el tercio de banderillas, el astado se ha terciado en el primer par, pegándole una cornada grande al subalterno Héctor Rojas, que se salvó de que el percance fuera mayor. Lo mismo ocurrió con Bernardo Patrón, a quien alcanzó para propinarle una paliza.
El cierra plaza, segundo de su lote, poco pudo hacer, pues la calidad que este animal noble y soso traía, fue eclipsada por lo escandalosamente anovillado del astado, vaya, impropio si quiera para un festival, lo que propició la ira del público y las recriminaciones de que la fiesta de los toros no necesita enemigos, pues con los dizque taurinos que hay en torno de los intereses de la empresa de Tlaxcala, tiene los suficientes adversarios para apuntillar a lo queda de la considerada más bella de todas las fiesta.