"FERIA DE ABRIL DE SEVILLA 2016" UNA EMOCIONANTÍSIMA FAENA DEL DIESTRO EXTREMEÑO JOSÉ GARRIDO EN LA MAESTRANZA.
FERIA DE ABRIL DE SEVILLA 2016 : 13ᵉʳ DÉCIMOTERCER FESTEJO DE ABONO : 11ª DECIMA PRIMERA CORRIDA : TOROS DE NUÑEZ DEL CUVILLO : SEBASTIAN CASTELLA, JOSÉ MARÍA MANZANARES Y JOSÉ GARRIDO.
Sevilla : Feria de Abril 2016
Con el único toro áspero y bronco de una dispar corrida de Cuvillo firmó José Garrido la faena más emocionante de la feria.
José Garrido. |
El torero de Badajoz firma un trabajo conmovedor por el riesgo y el rigor con un violento e incierto toro de Cuvillo que lo cogió de lleno pero no llegó a herirlo.
Con el único toro áspero y bronco de una dispar corrida de Cuvillo firmó José Garrido la faena más emocionante de la feria. El alma de la emoción fue, primero, el riesgo consciente: el toro se estuvo revolviendo, acostando y derrotando, y metiéndose y quedándose casi debajo por la mano derecha desde el primer envite, y Garrido tragó con carros y carretas sin pestañear. Tan guapamente.
Parecía
que la buena tanda de muletazos de horma con que abrió Garrido faena iba a ser
como vaselina. Pero no. Al venir obligado a descolgar, el toro fue protestando
más y más. Y más y más tuvo que consentir Garrido. En los tres o cuatro pases
de pecho que abrocharon tanda, el viaje por arriba, el toro se empleó con
relativa franqueza. Solo que al volver a jurisdicción -no se sabía de pronto de
quién era el terreno, tanto apretaba Garrido- el toro medía con la mirada, la
desparramaba y, gesto distraído, no parecía estar ni con el torero ni con el
engaño, sino con alguien del callejón o del tendido.
El riesgo supino de consentir trallazos pero
también de irle Garrido ganado al toro la batalla a mordiscos y golpes de mano,
y sin perder la compostura. La muleta, diminuta, salía suelta y volada de todas
las reuniones. En todas las cuales el ajuste fue máximo. En el toreo con la
diestra, de una tenacidad soberbia, y una ligazón que se antojaba imposible, se
dejó ver la plástica de las faenas de poder y combate, que tienen el relieve de
la verdad. En el toreo con la izquierda, la cosa fueron palabras mayores: el
muletazo embarcado, el toro por los muslos mismos y rozándolos, y el remate en
la cadera, muy glorioso. Al salir del muletazo, ya estaba puesto Garrido otra
vez. Sin rectificar ni un palmo.
Siempre protagonista en Sevilla, la música,
generosamente regalada a Manzanares en el toro que se había jugado por delante
de este tercer cuvillo, se resistió en el turno siguiente. Tal vez por eso
fuera tan seca la emoción. La emoción que seca la garganta. En una última tanda
antes de cambiar de espada, el toro, tomado en corto, desarmó a Garrido.
Protestando hasta última hora.
Con la espada de acero en la mano, Garrido
tomó la discutible decisión de sentenciar la cosa con unas bernadinas de
desigual ajuste pero abrochadas con un monumental pase de pecho. Costó igualar
al toro, que en la suerte contraria se distraía, escarbaba y parecía esperar.
Sonó un aviso mientras Garrido buscaba en vano cuadrar. La prisa debió de
cegarlo: un ataque con la espada antes de tiempo y una cogida brutal pareció
que por la sisa de la chaquetilla y que se resolvió con una paliza bestial de
manso que no perdona presa.
La taleguilla destrozada. Sin color Garrido,
que ni se miró ni dolió pero tuvo que ser incorporado por su gente. Le echó
Manzanares agua por el cuello. Garrido pidió la espada, otro pinchazo, un
segundo aviso que no tuvo en cuenta el tiempo corrido del percance, una
estocada más que notable, tres golpes de verduguillo. La ovación al rodar el
toro fue formidable. Pitaron al toro en el arrastre. Tantas vueltas al ruedo de
pacotilla, en Sevilla y no Sevilla, y esta faena de tragar saliva se saldó con
un saludo desde casi la bocana de la tronera.
Y de ahí a la enfermería, donde lo sedaron: una leve conmoción cerebral, un varetazo corrido en la pierna. Un milagro. En el sexto toro apareció Garrido con pantalón de calle. Estaría la taleguilla hecha unos zorros. Ya no quedaban toreros de los de dos taleguillas por tarde. Y ahora hay uno. Este joven, que hace solo un año tomó la alternativa aquí mismo. Y a quien el toro mansiloco de la corrida de Cuvillo, el sexto, muy armado y sin fijeza, no dejó ni pelearse porque se iba. La estocada fue soberbia. Los lances de capa con que templó de salida al violento tercero, más que notables. Una tarde para sacar pecho. Paladín de la generación de los nuevos: Garrido.
Mal
enlotada
Por lo demás, una corrida de Cuvillo tan
dispar como mal enlotada. Los dos toros de mejores hechuras y más lindo estilo,
los de mejor nota, fueron los del lote de Manzanares, que tuvo a su favor a los
músicos -como quites que salvaron la vida a dos faenas algo desvanecidas, corto
el alcance, muleta pluridimensional, escasa apretura- y, desde luego, al
soberano público de sol, y al de sombra también. Se dejaron dentro los toros no
todo pero casi. Las dos estocadas fueron terminantes. Amén. El lote de Castella
no fue tan completo. Bueno el primer toro, de ancha popa, acapachado, noble y
fijo, de ganoso temple; de buen fondito pero desfondado a los diez viajes el
cuarto. Con uno y otro estuvo el torero de Béziers más espeso de lo deseable.
Fuente : www.lascosasdeltoro.com
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