Obispo y plata, verde esperanza
y oro, canela y azabache... Leemos estos nombres a diario en el programa y nos
quedamos como si tal cosa. Llegar con tiempo a la plaza semivacía te permite
estos lujos: leer los colores de los vestidos, pararte a pensar cinco segundos
y cerciorarte de que el año es 2007, la ciudad, Madrid (Europa), y el lugar,
ni Globe londinense,
ni hermandad sevillana, ni Bulli gerundense. Canela y azabache, obispo y
plata... asombroso.
Asombrosos fueron también los
toros de Dolores Aguirre, tan imponentes de presencia como mansos de condición.
Excepto el quinto, y poco, apenas tuvieron un pase.
El primero perdió las manos
después de recibir una vara larga, y buscaba escapar de aquel encierro que le
tenía desconcertado y de aquella pelea que le ofrecían: manseaba, flojeaba y
levantaba protestas. Pero llevaba un flanco tinto en sangre porque probó varias
veces ambos petos.
A los banderilleros los esperó
en las tablas a las que llega el olor de los chiqueros, y ponerle cuatro pares
fue un calvario. Y ya se sabe, cuando hay calvario en la plaza se acallan las
protestas.
José Pacheco El Califa andando por las tablas hacia él: cabizbajo y
rápido entre los suspiros y las confidencias de lo que antes eran bocas enardecidas.
Tras perseguirle por las tablas del ruedo, lo paró al fin. El toro corría
huyendo con la espada puesta.
Bufaba contra el percal el
cuarto. ¡Vamos, torea! -espetaba una voz sin que podamos precisar si eran
ánimos o saña-. Derribó aparatosamente caballo y piquero, y con la vuelta
amarilla de la capa lo llevó El Califa de nuevo al equino. Con banderillas en
lo alto, y la montera en la arena, creía que el toro tenía otro son y había que
aprovecharlo. Un cambiado, dos de tanteo... y al primer derechazo, un salto de
órdago con gañafón de remate. Íbamos a ver lidia y pelea; El Califa habría de
guardarse los vuelos exquisitos para otro animal. A éste, que ni creaba emoción
ni propiciaba el toreo, medios pases con precaución y voluntad, la muleta a un
lado y los pies prestos. En un momento dado, el toro se hizo con la muleta
entre los pitones y la lanzó lejos, muy lejos. Luego se echó al suelo con dos
pinchazos.
Rafael Rubio Rafaelillo pareció menguar
junto al torazo que salió segundo, hasta casi desaparecer en el capote.
Llevarlo a varas fue tarea titánica, cuyo rechazo apoyaba el burel con coces a
los capotes que lo inducían. Y en la muleta, cuando el diestro se doblaba en
las rayas para fijarlo, sonaron desde distintos lugares palmas de aliento.
Creyó irlo metiendo con la diestra, cauteloso, sacándolo afuera y pidiendo
paciencia. Pero no se la concedió el toro y empezó a buscarle sin cesar, a
volverse a media embestida, saltar al remate y recortar con peligro, que no
logró arredrar en ningún momento la lidia valerosa del gran Rafaelillo.
En el silencio tenso y emotivo
que creó, antes de la ovación, se oyeron algunos molestos sonidos electrónicos.
Si su primero era grande, el quinto era inmenso. Si en aquél menguó en el
capote, en éste se arrodilló hasta hacer la desaparición efectiva. Quizá por
eso Esquivel, picador bien criado, decidió tomarse con la vara cumplida
venganza. Lo mismo quiso hacer el morlaco con Rafaelillo, a cuya muleta acudió
al galope y con intención de colarse.
No se amilanó el diestro, que
lo embebió por bajo con verdad y torería, obligándolo mucho, tirando con ardor
entre los olés del público que por fin rompieron en la plaza. No dejó el bicho
de buscarle en todo momento, de colarse y topar, y no dejó el diestro de
torear, con la bravura que al toro le faltaba, en series entregadas, ya el
compás abierto, citando en el sitio, dominador, torero... Era puro frenesí,
chistaba la plaza y no se paraba el toro cuando le dejó media delantera entre
los aplausos del público y una desprendida que lo tumbó.
Ángel Gómez Escorial nos brindó
un tercero imposible que acudió a por el picador reserva y que alternaba cosas
de manso con resbalones y pérdidas de manos y cuartos. Templarle el genio y
bajarle la cabeza no fueron dones que regalara el diestro. Dejó en la arena
valor, y gracias. Así en el sexto, con el que se dobló, lidiador, ganando sitio
al toro. Luego, el bicho, entre saltos y varios achuchones, se encargó de
equilibrar la balanza y terminó por recuperar su posición de mando. Mucho toro
para Gómez Escorial. Malos bichos para cualquiera.
FICHA
DEL FESTEJO :
PLAZA DE TOROS MONUMENTAL DE LAS VENTAS, MADRID. MARTES 29 DE MAYO 2007. 22° Vigésimo segundo Festejo de Abono. 19ª Décima novena Corrida de La “Feria de San
Isidro Las Ventas 2007”. Toros de Dolores Aguirre. Mansos e imposibles. Se
pitaron los cuatro primeros en el arrastre. El 5º, manso peligroso y con genio.
José Pacheco .
El Califa: pinchazo,
estocada y descabello -aviso- (silencio); dos pinchazos y tres descabellos
-aviso- (silencio).
Rafael Rubio Rafaelillo:
dos pinchazos y estocada -aviso- (saludos y ovación); media delantera y
estocada algo desprendida -aviso- (vuelta).
Ángel Gómez Escorial: pinchazo y estocada -aviso-
(silencio); media delantera, pinchazo sin soltar y estocada baja (silencio).
Plaza de Las Ventas, 29 de mayo. 19ª corrida de abono. Lleno.
Cuando hay un torero en la plaza todo el
mundo se pone de acuerdo, los de sombra con los de sol, los del clavel con los
del siete, los bisoños con los veteranos...
Ya no importan antiguas grescas ni enfados por peticiones de orejas erráticas
ni quién haya ganado las elecciones, ni si ha habido pucherazo en la
adjudicación de la plaza; en el ruedo hay un torero y en ese momento pone a
todo el mundo de acuerdo porque su toreo llega al interior de todos.
Y la gente se mira incrédula y se dan la mano y algunos se abrazan aunque no se
conozcan de nada y a la salida suben toreando Alcalá arriba.
Y todo el mundo sabe que hay un torero porque coge los trastos y se dirige
hacia el toro pisando el albero con cierto empaque, ni fuerte ni flojo, en
torero decidido, y se le nota, luego monta la muleta sin aspavientos y la
presenta planchada y adelantada al morlaco cruzándose con él, lo lleva embebido
en los vuelos de su muleta sin quitársela de la cara y remata los pases atrás,
trazando siempre de arriba abajo y de dentro a fuera, con cadencia, con ritmo,
con melodía incluso. Templando y mandando.
Y lo hace así a los dos toros que le han tocado. En este caso dos mansos
pregonados con casta suficiente para resultar muy peligrosos, que no querían
pelea, que se tragaban los pases a la fuerza.
Y el torero con valor, oficio y mando les ha sometido y les ha podido y los
marrajos han aceptado a regañadientes el dominio del torero.


Este gran torero que ha estado esta tarde
en las Ventas y que ha puesto a todos de acuerdo se llama Rafaelillo y es de
Murcia, donde nació el año 1979 y hoy ha toreado con pundonor y vergüenza
torera a dos mansos peligrosos que tenían muchas complicaciones. Ha resultado
vencedor en ambos duelos sometiendo a sus oponentes de manera inequívoca y
regalando a la afición dos épicas faenas plagadas de valor y torería.
No ha salido por la Puerta Grande ni ha cortado oreja alguna, pero al acabar la faena al quinto toro ha dado una clamorosa y emocionante vuelta al ruedo que vale más que cualquiera de las Puertas abiertas esta temporada. No ha matado a la primera, pero ha clavado cinco veces en el hoyo de las agujas tirándose arriba de corazón. Por tanto damos valor oro a esa vuelta al ruedo y aupamos a Rafaelillo a la gloria del toreo.
Rafael Rubio Luján “Rafaelillo” ha puesto el listón muy alto esta tarde en las Ventas, tanto para sus compañeros de terna de hoy como para quienes en los días próximos se hayan apuntado a esta mal llamada semana torista de la Feria de San Isidro.
Ángel Gómez Escorial lo ha intentado en su única oportunidad en la feria con voluntad y pundonor pero no ha conseguido vencer las enormes dificultades de sus oponentes.
José Pacheco “El Califa” ha bregado con el peor lote, su primero, un morucho huidizo que ha puesto en grandes dificultades a su cuadrilla y en el que El Califa se ha inhibido de la brega, responsabilidad que le correspondía por dos razones: era su toro y era el director de lidia. Su segundo ha aceptado una sola serie de redondos, a partir de ese momento se ha negado a pasar por la muleta y se ha dedicado a buscar al torero. Parecía avisado.
La ganadera Dolores Aguirre debe corregir muy seriamente su selección porque se evidencia una falta de casta y una mansedumbre y moruchez innoble que llega a sacar toros como el primero completamente ilidiables.
Hoy Rafaelillo ha salvado la tarde y ha dignificado el toreo.
¡Torero, torero, torero!
El papa negro me indica:
"Lo mejor que se ha visto en esta feria"
"Un torerazo dominando a un manso peligroso"